“Viajando con Arawak desde el sofá”: Zamora- Segundo día
¡Vamos a por el segundo día de nuestro viaje por la provincia de Zamora y alrededores! En esta ocasión nos desplazamos a la otra joya de este viaje; cruzando la frontera portuguesa, nos dirigirnos a conocer el Parque Natural de los Arribes del Duero. ¿Qué no has ido? Pues es un viaje que no te puedes perder… ¿Qué sí has estado? No hay problema, puedes repetir porque es maravilloso.
Los Arribes del Duero son, además de Parque Natural, Reserva de la Biosfera, Zona Especial de Protección de Aves y Lugar de Importancia Comunitaria, lo que denota su importancia tanto geológica como biológica.
Los grandes desniveles de su orografía, el alto caudal del Duero y los numerosos ríos que en él desembocan, convierten a esta zona en uno de los puntos de mayor potencial hidroeléctrico de la península ibérica. Y precisamente esa diferencia de altura que data de mediados del terciario cuando el río se abrió paso entre las paredes de granitos, pizarras y gneis, origina una inusual vegetación e introduce notables modificaciones en las condiciones climáticas, haciendo que la garganta del Duero se comporte como un condensador de calor. Además, las vertientes más escarpadas se han convertido en un lugar idóneo para el refugio de la fauna salvaje, especialmente para las aves, como la cigüeña negra o el buitre leonado, el alimoche, el búho real, el águila real, el águila perdicera y otras.
Nos acercamos primero al muelle donde, tras recoger nuestras entradas reservadas, cogemos el barco para realizar un Crucero Ambiental, en lo que se denomina un “Navío-Aula de la Estación Biológica Internacional”, un barco de cubierta acristalada en el que vamos a nevegar.
Durante el recorrido, los guías especializados, que son parte de la tripulación de la Estación Biológica, nos explican sobre la fauna, la flora, la geología y los recursos del cañón, a la vez que nos cuentan anécdotas y curiosidades de la zona. En el recorrido de ida se nos pide estar en silencio y atender a las explicaciones que nos dan, y en la vuelta podemos salir a la terraza exterior para contemplar el paisaje y disfrutar de esta maravilla para todos los sentidos. Vamos conociendo de forma entretenida el pozo de las nutrias (difíciles de ver aunque no imposible), un nido de cigüeña negra, la encina centenaria que sobrevive enganchada a una roca y, quizás, algunos buitres leonados sobrevolando nuestro barco, algunas garzas intentando pescar y algunas otras pequeñas aves. Y si tenemos mucha suerte, lo mismo vemos algún águila real buscando alimento.
Desembarcamos un momento en el área temática del Valle del Águila. Tras desinfectarnos los zapatos en una alfombrilla que la tripulación pone en el suelo para no contaminar el terreno, subimos unas escaleras para acceder a un pequeño conjunto de chozas llamadas “chivetas”, donde los lugareños se protegían junto a sus cabras, los únicos animales que se adaptan bien a este terreno, y cultivaban algunas especies como la vid que también se adecúa muy bien a la orografía. También tenían panales de abejas para recolectar miel. Desde lo alto las vistas son preciosas. Volvemos a bajar para acceder de nuevo al barco y realizar el camino del regreso, pudiendo ahora estar en las cubiertas de proa y popa para disfrutar plenamente. A nuestra llegada al muelle, realizamos una degustación de vino de Oporto, blanco y tinto (o rojo, como dicen los portugueses) y una pequeña actividad sorpresa.
Terminado este maravilloso crucero ambiental, subimos al autocar para dirigirnos hacia Miranda do Douro (Miranda del Duero), pequeña población portuguesa de casitas blancas con un gran encanto.
Antes de llegar a Miranda, paramos en un mirador de esta ciudad perteneciente al distrito de Braganza, en la Tierra de Miranda (Terra de Miranda). Desde arriba tenemos buenas vistas de todo el pueblo y del río Duero. Y ahí mismo nos encontramos con las ruinas de lo que fue el antiguo Palacio Episcopal, unos restos de arcos que ahora forman parte de un jardín que se encuentra a la espalda de la concatedral y junto a los restos de la muralla prerrománica. La Concatedral de Miranda do Douro (Antiga Sé) fue mandada construir por D. João III en 1552 sobre la iglesia gótica de Santa María y estuvo funcionando como catedral hasta que en 1780 la diócesis se trasladó a Bragança. De diseño manierista, tiene una fachada sencilla con un cuerpo central flanqueado por dos torres y un interior gótico con tres naves abovedadas y crucería de ojivas de nervaduras visibles. Lo más destacable es el retablo mayor, un conjunto escultórico
del siglo XVII dedicado a Santa María la Mayor, obra del genial escultor vallisoletano Gregorio Fernández. También la sillería del coro del Cabildo es de estilo manierista, obra de gran refinamiento y rareza, del siglo XVII.
Esta catedral es también conocida por conservar un icono popular de los lugareños: el Niño Jesús de Cartolinha (Menino Jesus da Cartolinha), una pequeña imagen de unos 40 cm del siglo XVIII del Niño Jesús en un oratorio en madera dorada barroca donde los devotos depositan sus ofrendas. La vitrina alberga todos los trajes que se le van colocando en diferentes épocas del año, con sus camisas, zapatos, sombreros… La leyenda dice que se le apareció a las tropas portuguesas para darles valor y fuerza cuando la ciudad estaba asediada por el Ejército español.
Seguimos hacia el interior de la ciudad y nos encontramos con una plaza donde se encuentra el Ayuntamiento o Cámara Municipal y una estatua de bronce de Jose Antonio Nobre, que representa a una pareja de mirandeses vestidos de forma tradicional (él con su capa parda y ella con su chal al hombro). Justo enfrente, el Museo de la Tierra de Miranda, edificio del siglo XVII y la antigua Domus Municipalis de Miranda do Douro, que también sirvió de cárcel, donde podemos conocer algo de la historia de la ciudad en su exposición de trajes antiguos, utensilios de trabajo y otros objetos de épocas pasadas.
Muy cerquita del museo, llegamos a la Casa de Cultura, ubicada en la antigua aduana (alfândega) donde siempre hay alguna exposición, muchas veces de artistas locales. Es una curiosa vivienda de época medieval con dos particularidades: las cuatro ventanas en esquina del edificio y una representación erótica en una de las dos ménsulas que tiene en su fachada (dicen que antiguamente fue una casa de citas).
En esta misma calle empedrada tenemos lo más típico de estas tierras: los restaurantes y las tiendas, porque… Miranda, como localidad fronteriza con España, tiene fama sobre todo por la ropa (pijamas, calcetines), toallas, sábanas y albornoces. Pero también otras cosas, como navajas, herramientas, café, cacahuetes… Y lo más importante: ¿qué podemos comer en Miranda? Pues tenemos varias opciones: el prato del día (un plato combinado) comopodría ser la posta mirandesa (un buen filete de carne de ternera de raza mirandesa, patatas, arroz y pimientos) o un menú típicamente portugués: pan con aceitunas y patés (de sardina especialmente), sopa (que no puede faltar en una comida portuguesa), un poco de bacalao y carne de ternera mirandesa. Y de postre, un estupendo flan o bollo dulce, típico del lugar.
Seguimos caminando para pasear y ver lo que queda de las murallas que rodeaban la ciudad y el castillo, del que queda poco.
Y un poco más adelante, se encuentra nuestro autocar para salir de regreso a España. Haremos una pequeña parada para conocer la impresionante iglesia de estilo visigótico de San Pedro de la Nave, de finales del siglo VII, Monumento Nacional, y uno de los mejores ejemplos del arte visigodo que queda en España. Anteriormente había estado situada junto al río Esla, pero al construirse el embalse de Ricobayo, habría quedado sumergida en sus aguas, por lo que a iniciativa de Manuel Gómez-Moreno, se decidió su traslado piedra a piedra (igual que el Templo de Abu Simbel en Egipto), a su actual ubicación, cerca de la localidad de El Campillo.
De planta rectangular, tiene tres naves atravesadas por el crucero y separadas de la central por arquerías de tres huecos con pilares unidos por arcos de herradura, lo que de alguna forma la confiere un cierto aspecto de iglesia basilical, con ventanas, también con forma de herradura sobre el crucero. En uno de sus muros nos encontramos una ventana de tres huecos, similar a la de las iglesias del prerrománico asturiano. En los capiteles de los dos pares de columnas que sustentan los arcos de herradura de la cúpula del crucero, encontramos algunos de los relieves más bellos de la iglesia que en origen debieron estar pintados, pues alguno conserva restos de policromía. En el ábside nos encontramos un friso corrido a la altura de los capiteles de las ventanas que iluminan la habitación, decorado con unos sencillos motivos geométricos y líneas onduladas, caballeros, lobos y racimos de uvas del periodo visigodo. Y el horologio, un reloj de pies grabado en piedra. Durante la baja edad media se usaron profusamente las tablas de pies para calcular la hora, especialmente en los monasterios con fines litúrgicos.
Hoy finalizamos aquí nuestro día y nos vamos a descansar… ¡Mañana más!