“Viajando con Arawak desde el sofá”: La Ruta de los Cátaros_Días 5 y 6
Hoy llegamos a otra de las joyas de este viaje: la ciudad medieval de Carcassonne declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. La ciudad amurallada de Carcassonne, Carcasona en español, es un conjunto arquitectónico medieval impresionantemente restaurado por Eugène Viollet-le-Duc en el siglo XIX.
Hacia el año 800 a. C. esta ciudad emplazada en una colina, se convirtió en un importante centro de intercambio comercial. La ocupación más antigua conocida del lugar se remonta al siglo VI a.C., con la construcción de una fortaleza (oppidum) en el promontorio rocoso que domina el valle de Aude. Durante los turbulentos años de finales del siglo III y comienzos del IV, la ciudad romana se protegió con la construcción de un muro de 1200 m de largo. La fortificación constaba de dos líneas de murallas y un castillo, a su vez rodeado de fortificaciones que se extienden en una longitud total de 3 km. Las murallas romanas se reforzaron con bastiones en forma de herradura situados a intervalos regulares, un núcleo de mampostería revestido de piedra de cantería alternando con tramos de ladrillo, todo ello sobre sólidos cimientos. En el siglo V, los visigodos ocuparon la ciudad y construyeron más fortificaciones que aún se conservan. En 1067, a través de una unión matrimonial, Carcasona pasó a ser propiedad de Raimundo Bernardo Trencavel, vizconde de Albi y de Nimes, quien construyó el castillo condal y la basílica de San Nazario. Carcasona es famosa por su papel durante la cruzada contra los albigenses cuando la ciudad era un feudo de los cátaros. En agosto de 1209, el ejército de los cruzados de Simón de Montfort forzó la rendición de la ciudad después de tenerla sitiada durante quince días. Tomó como prisionero a Raimundo Roger Trencavel y se convirtió en el nuevo vizconde. Amplió las fortificaciones y Carcasona se convirtió en una ciudadela de la frontera entre Francia y la Corona de Aragón. En el año 1213, la batalla de Muret contra el rey Pedro II de Aragón, ganada por Simón de Montfort , marcó el preludio de la dominación de los reyes de Francia sobre Occitania. En 1247 tras la renuncia de Ramón Trencavel II, se construyó la parte nueva de la ciudad al pie de la colina, llamada la Ciudad Baja o Bastida de San Luis. Luis XI y su sucesor, Felipe III, construyeron las fortificaciones exteriores.
Así, la ciudad fortificada de Carcassone se encuentra en la orilla derecha del río Aude. Popularmente llamada “la Cité”, está catalogada como Grand site national, y su castillo y murallas, Monumento histórico. La parte fortificada llegó a estar tan deteriorada que el estado francés consideró seriamente derruir las murallas, aunque finalmente en 1849 se le encargó al arquitecto Eugène Viollet-le-Duc el proyecto de renovación de la ciudad alta. Su sistema de defensa es excepcional debido a sus dimensiones y constituye la mayor fortaleza de Europa por su complejidad y calidad de su conservación. En ella se han grabado películas como Robin Hood, el príncipe de los ladrones (con Kevin Costner), El Mosquetero, las aventuras de D’Artagnan (de Peter Hyams) o Los Visitantes (con Jean Reno)
En total, 52 torres (14 en la muralla exterior y 38 en la interior) y tres kilómetros de muralla que conforman el perfil de uno de los lugares más atractivos y con más visitantes de Europa. En su interior, la ciudadela acoge en su recinto un teatro antiguo, el castillo condal y la basílica Saint-Nazaire. Podríamos entrar por cualquiera de las dos puertas principales: Porte Narbonnaise al este o Porte de l’Aude al oeste; pero como nosotros venimos del hotel, entramos por la Puerta Narbonnaise o Puerta de Narbona, que es la que tenemos más cerquita… Justo ahí nos encontramos con Madam Carcas para darnos la bienvenida, cuya historia cuenta que cuando se hizo cargo de la ciudad al fallecimiento de su marido, contuvo al ejército de Carlomagno cinco años a las puertas de la ciudad engañándoles con un cerdo cebado que lanzó desde las almenas para que creyeran que les sobraba la comida. Carlomagno se retiraba con su ejército cuando ella le llamó para firmar la paz. Por ello, repicaron campanas y sonaron trompetas, dándole así nombre a la ciudad: Carcas sonne.
Pasamos por esta puerta con su puente levadizo, su foso y sus dos imponentes torreones y nos encontramos con una doble muralla. La muralla exterior, protegida por un foso en las zonas más débiles, fue construida en el s.XIII poco después de caer en manos de la realeza francesa. La muralla interior, por su parte, incluye vestigios de época galorromana (s. III-IV), ampliaciones posteriores y grandes reformas del s.XIII. Ambas murallas están separadas por las “lizas”, un terreno allanado de unos 20 metros de ancho que rodea toda la ciudadela. En las 52 torres que nos rodean, podemos distinguir que las exteriores son circulares y pequeñas; mientras que las interiores tienen forma de herradura por el exterior y son planas por el interior; de ellas 17 se remontan a tiempos galorromanos que se distinguen por sus techos aplanados.
Pasamos la segunda puerta y accedemos al interior del recinto amurallado por una calle peatonal de casas de piedra reconvertidas en tiendas, cafeterías y restaurantes. Y llegamos al Castillo Condal, edificado sobre un domus del siglo I, fue la fortaleza que albergaba a los vizcondes de Carcasona. Construido por orden de Bernard Aton IV Trencavel a principios del siglo XII, sufrió varias modificaciones posteriores. En la entrada al castillo se incluye el acceso a la muralla galorromana (norte) y a la muralla medieval (oeste) con sus respectivas torres. Al recinto se accede a través de la barbacana y el puente de piedra que desemboca en el Patio de honor, presidido por la gran Torre del Homenaje. Exploramos alguna de las seis salas abiertas al público, con una maqueta de Carcassone, el retablo de la Pasión, la sala de los arcos, estatuas, una fuente del siglo XIII, un sarcófago paleocristiano, pinturas de diferentes épocas y un vídeo explicativo sobre la evolución de la ciudadela desde sus inicios hasta su restauración en el siglo XIX. Siguiendo el camino, tras observar unas preciosas panorámicas y el museo lapidario, llegamos a la muralla oeste, con la Torre de la Justicia, la Torre del Obispo y la Puerta de Saint-Nazaire, además del Teatro Deschamp del siglo XX. Volviendo hacia la entrada podemos ver las murallas galorromanas y la Torre del Tesoro, antes de salir. A nuestra izquierda dejamos el Museo de la Inquisición, pequeño pero con piezas interesantísimas y, girando hacia la derecha, nos acercamos al segundo punto fuerte de la ciudadela, La Basílica.
La Basílica de Saint Nazaire fue la antigua Catedral de Carcassonne cuyas piedras consagró el Papa Urbano II sobre las ruinas de un antiguo templo carolingio. Románica del siglo XII, aunque este estilo sólo se mantiene en el campanario o la disposición de la nave, el resto (como el ábside y la vidriera central con obras de la vida de Cristo) es de estilo gótico originado por una reconstrucción posterior. Los capiteles de las columnas están decorados con motivos vegetales y animales. La renovación del s.XIX llenó la basílica de gárgolas y balaustres que contribuyeron a enfatizar su aspecto gótico, reforzado por las agujas. Interesante es también el órgano del XVII, el coro gótico y el bajorrelieve de la “Piedra del asedio” de Toulouse. Allí se encuentran los restos de San Nazario.
Ahora es tiempo de comer algo dentro de la zona amurallada, y qué mejor que probar por ejemplo una quiche lorraine o el cerdo a la miel… Tras reponer fuerzas nos recogerá el autocar para llevarnos a Minerve, una preciosa villa y un pequeño refugio situado en lo alto de un roquedo excavado por los ríos Cesse y Brian. Rodeada por las hoces que han creado ambos ríos, es una ciudad cátara reconocida con el título de Los pueblos más bellos de Francia. En la Edad Media fue el centro feudal del Vizcondado de Minerve, vasallo de Narbona, que se encuentra situada a 34 kilómetros de Minerve. Su nombre parece ser que deriva del término celta Menèrba, lo que se traduciría como ‘en la piedra’.
En el siglo XIII fue uno de los refugios principales para los cátaros y caballeros faidits de la región. En la primavera del año 1210, Simón de Montfort, viendo la imposibilidad de conseguir la ciudad a la fuerza, realizó un asedio destrozando el pozo de agua que tenían en la parte baja utilizando catapultas. El 22 de julio de 1210 el conde Guilhem de Minerve negoció la rendición salvando a todos los habitantes de Minerve, pero 150 cátaros fallecieron en la hoguera por no renegar de su fé (fue la primera hoguera colectiva de la Cruzada albigense, siendo la última la de Montsegur 34 años después). Todavía se pueden contemplar los restos de sus murallas medievales y las puertas de acceso fortificadas, sus torres y los vestigios del castillo que defendía a la ciudadela (la torre de piedra o Candela que antiguamente perteneció al castillo), así como la iglesia románica de Saint-Étienne del siglo XI, monumento histórico. En la plaza de la iglesia de conserva la “Paloma de la Luz”, monumento a los cátaros fallecidos en la localidad. En del pueblo podemos ver el Museo Arqueológico, museo Hurepel, que narra la historia del catarismo en la zona y donde se encuentra una réplica de una catapulta de la época. Por lo que también es conocido Minerve es por sus buenos vinos con denominación de origen. Algunas de las bodegas se encontraban en las grutas que se formaron en las paredes del cañón, un recorrido entretenido donde quizá podamos ver alguno de los puentes naturales que formaron los ríos.
De regreso a Carcassonne tenemos tiempo para pasear por la ciudad de noche y cenar algo en alguna de las terrazas de la ciudadela o pasear por la ciudad nueva y ver la Bastida de San Luis con la Catedral de Saint-Michel del siglo XIII o el Canal de Midi, un bonito lugar para pasear.
Y ya regresamos al hotel a descansar para regresar mañana. Buenas noches…
Hoy tenemos una sorpresa antes de regresa a España. Vamos a visitar otros dos castillos cátaros muy importantes, los dos últimos castillos cátaros antes de su exterminio. Se encuentras en el municipio de Cucugnan (Languedoc), en pleno corazón del macizo de Les Corbières. Visitamos primero el Castillo de Queribús situado a 728 metros de altura, en la cima de una montaña con unas vistas espectaculares. El nombre del castillo significa “roca de los bojes” y perteneció al conde de Barcelona, Ramón Berenguer III, en 1111 con motivo de una herencia. Sirvió de refugio para los religiosos cátaros en la cruzada contra los albigenses y fue el último bastión de la resistencia cátara que cayó en manos de los cruzados en 1255. Cien años después de la caída de Quéribus, todavía se estaban juzgando cátaros en los tribunales de la Inquisición. En 1659, el castillo pierde su interés estratégico en el momento de la firma del “Tratado de los Pirineos” que fija definitivamente la frontera franco-española. Abandonada en la Revolución francesa, la fortaleza continúa deteriorándose hasta su reconocimiento de Monumento histórico de Francia en 1907. Los primeros trabajos de renovación comenzaron en 1951.
Ahora andaremos unos 10 minutos por una buena pista en ascensión hasta sus impresionantes murallas, subiendo 200 escalones sencillos. La construcción es de 250 m de largo y tiene forma poligonal con un imponente torreón rodeado por tres recintos sucesivos. Destaca la sala gótica del siglo XV con su bóveda nervada de cuatro cruzados de ojivas en forma de palmera que contiene dos habitaciones (la bodega y la sala principal) y está iluminada por una imponente ventana con restos de una chimenea. La cima de la torre del homenaje tiene una terraza accesible por una escalera de caracol situada en una torre rectangular juntada con el torreón, y desde allí tenemos unas vistas espectaculares de Les Corbières, la llanura del Rosellón, el Mediterráneo, los Pirineos y las viñas de las Corberes. Este castillo se menciona en “cartas desde mi molino” de Alphonse Daudet.
Desde allí ya podemos contemplar otro de los famosos castillos cátaros: Peyrepertuse. No siempre es posible visitarlo, pero merece la pena. Está situado a 800 m en la cima de un acantilado de piedra caliza y hay que subir caminando 20 minutos por una empinada cuesta. Se compone de tres partes: el recinto bajo y su torreón, el recinto mediano y el torreón de Sant Jordi. En el torreón viejo se encuentra la iglesia de Santa María, románica, con el ábside en forma de cascarón y donde también hay una vivienda. Se pueden ver cuatro cisternas que alimentaban el castillo, una en la iglesia, otra en la vivienda y las otras dos en Sant Jordi. Al torreón principal se accede por la escalera de San Luis, con sesenta escalones tallados en la roca, desde donde se divisa el castillo de Quéribus.
Finalizado este recorrido, nos dirigimos al tren en Figueras para volver a Madrid.
Este es el fin de nuestro viaje por tierras cátaras y el fin de la experiencia “Viajando con Arawak desde el Sofá”. Esperamos que os haya gustado, pero sobre todo, que os hayáis sentido un poco más acompañados y acompañadas cada día durante las 7 últimas semanas. Hoy ya vamos a cambiar de perspectiva porque empezamos a viajar el próximo mes de julio, así que ahora es tiempo de leer sobre los lugares que visitaremos, comprar ropa que necesitemos, mirar los mapas, compartir nuestra ilusión con nuestros acompañantes… y, dentro de muy poco, hacer las maletas. Comienza la cuenta atrás, ¡es hora de volver a la acción! Entramos en la siguiente fase: ¡”Preparando el Verano con Arawak”!
No os los perdáis, que os van a encantar. Pronto nos vemos, cuidaos y seguimos en contacto a través de nuestro blog y nuestras redes sociales (LinkedIn, Facebook e Instagram). ¡Un fuerte abrazo!