“Viajando con Arawak desde el sofá”: La Ruta de los Cátaros_Día 4
¡Vamos a por otro nuevo día por la Ruta de los Cátaros! Comenzamos saliendo hacia el pueblecito de Mirepoix, una preciosa ciudad medieval construida en el siglo XIII con casas de entramado de madera y muros de arcilla. Fundada por los fenicios, en 1209 se convirtió en una de la más importantes ciudades de la zona, al serle otorgada una “carta de costumbres y privilegios”. Reconquistada de nuevo por los señores occitanos, pasó a ser feudo real francés y en 1289, una riada del río Hers causada por la rotura natural de una presa en Puivert, la destrozó por completo y se reconstruyó al otro lado del río.
Sin embargo, la ciudad conserva casi por completo su aspecto medieval de finales del siglo XIII, cuando fue reconstruida. Está rodeada por una muralla con una magnífica puerta de entrada a la ciudad del siglo XIV. Nos encontramos con una ciudad con calles perpendiculares alrededor de una gran plaza central, popularmente llamada “Place des Couverts”, rodeada de casas pintadas con colores vivos y con porches y soportales de madera tallados con esculturas y entramados de los siglos XIII al XV. La casa más grande e importante de la plaza es la antigua Casa de los Cónsules, también la mejor conservada, donde podemos ver una viga de madera de 12 metros de longitud y de más de 60 cm de grosor que sustenta el porche y los travesaños de madera tallada con cabezas humanas y de monstruos, y un total de 104 esculturas talladas.
Merece la pena que visitemos la Catedral de Sant Maurice, del románico tardío y gótico meridional, consagrada a Saint Maurice y de finales del siglo XIII. La nave central es de 21,40m, la más ancha entre las catedrales góticas del Languedoc y una de las más amplias de Europa. Monumento histórico, su construcción duró 6 siglos utilizando diversos materiales como el granito inicial. El obispo Philippe de Lévis hizo construir la aguja gótica del campanario, acabada en 1506. La capilla privada del obispo Philippe de Lévis es conocida por su laberinto y el embaldosado pintado, de gran valor. Su órgano alemán nunca ha sido restaurado, es una joya.
Ahora nos vamos hacia Foix, preciosa ciudad en la que desde lo alto de su pico rocoso calcáreo de 60m de altura se encuentra el castillo medieval de Foix, del siglo XI, dominando los techos del casco antiguo a sus pies y la confluencia de los ríos Ariège y Arget. Foix conserva de su pasado la inexpugnable plaza fuerte con sus tres torres de matacán de los siglos XII, XIV y XV, y sus altas murallas. Esta imponente fortaleza alberga actualmente el museo departamental del Ariège, donde cuentan la historia del castillo y del condado de Foix y donde podemos ver una colección de objetos de la vida cotidiana, armas y armaduras medievales. El pico sobre el que se asienta el castillo está lleno de cuevas habitadas por el hombre prehistórico, objeto de estudio de muchos arqueológos.
En el casco antiguo de Foix nos encontramos con sus calles comerciales y sus bellas plazas con restaurantes y terrazas de cafés. Y también con la Iglesia Abacial de San Volusiano (arzobispo de Tours en el siglo V), de estilo gótico. Precisamente la ciudad surgió en torno a un oratorio quizás construido por Carlomagno, pero fue el conde Roger II de Foix quién ordenó la construcción de una nueva iglesia con motivo de una promesa hecha poco antes de salir hacia la Primera Cruzada, pasando a convertirse más tarde en Abadía. Conserva una puerta románica, y en su interior una magnífica sillería esculpida en el siglo XVII.
Y llega la hora de comer, así que… a degustar la gastronomía local que se basa principalemente en productos de la tierra y la montaña; el foieau (aquí terrine) o paté casero de Campagne, los muslos de pato y el cerdo guisado. La tarta de manzana con crema inglesa como postre es una muy buena elección y, si es posible, probaremos los copos de Ariège, un pequeño merengue muy ligero del tamaño de una nuez aromatizado con vainilla y cuyo corazón es un praliné de avellanas particularmente cremoso. Se nos hace la boca agua…
Una curiosidad histórica antes de irnos de Foix. Los presidentes de la república francesa son co-príncipes de Andorra (junto con los obispos de Urgel), al considerarse herederos de los últimos condes de Foix.
Para terminar la jornada, nos dirigimos hacia el Castillo de Montsegur, la última de las fortalezas de los llamados ‘bons homes’, símbolo de la resistencia cátara y fuente de innumerables mitos y leyendas. Este impresionante castillo está situado en lo alto de una roca a la que debemos acceder a pie desde el parking. Aunque la subida se realiza en zetas para hacerla algo más llevadera, nos lleva unos 45’ de subida por un sendero.
No vamos a contar aquí mucho de su historia, porque es muy extensa, simplemente haremos un pequeño apunte que podéis ampliar desde las muchas fuentes que cuentan su historia: La montaña del Pog, de 1.207 metros de altura, probablemente estuvo habitada desde mucho antes de la llegada de los cátaros, ya que está horadada de grutas y sepulturas que lo testimonian. La construcción del castillo se inició en el 1204 por Ramón de Pérella, señor del lugar. Tras la derrota de Muret en 1213, el obispo cátaro de Tolosa, Guilhabert de Castres, se refugió en el castillo. El 1241, a petición del rey de Francia, Luis IX, el conde Ramón VII de Tolosa emprende el asedio del castillo que, probablemente sin combate, finaliza en fracaso. Siendo propiedad de Esclaramunda, la hermana del conde de Foix Raimundo Roger I, allí se refugiaron algunos cátaros (encabezados por Pierre-Roger de Mirepoix), después de ser acusados falsamente de la matanza de los inquisidores de Avignonet en el año 1242.
Se calcula que podría haber en la pequeña población fortificada unas 500 personas, incluyendo defensores, sus familias y unos 200 creyentes cátaros entre los que se encontraban perfectos y perfectas refugiados. Con el final de la cruzada contra los cátaros ordenada por el Papa Inocencio III, la villa amurallada defendida por un pequeño castillo, fue sitiada por Hugo de Arcis y Pedro de Amiel, arzobispo de Narbona, los primeros días de mayo de 1243 y tomada después de un largo asedio de 10 meses como consecuencia de la traición de montañeses de la región. Frente a los habitantes del castillo había un ejército de entre 6000 y 10.000 hombres armados dirigidos por Huges de Narcis. Los vencedores dieron quince días de plazo a los vencidos para abandonar el castillo, pudiendo optar entre la abjuración de su fe y la hoguera. En la mañana del día 16 de marzo de 1244, una gigantesca hoguera se elevó a los pies del castillo y unas 225 personas, hombres y mujeres que se negaron a abjurar del catarismo, fueron quemados en ella. Hoy el lugar es recordado con una lápida ante el Camp des Cremats (‘campo de los quemados’) que recuerda a los inmolados con el epitafio: «Als catars, als martirs del pur amor crestian. 16 mars 1244». El castillo fue reconstruido dos años después por Guy de Lévis, señor de Mirepoix, y también se reconstruyeron sus muros en el año 1970.
Tras ver el monumento a los cátaros, empezamos a hacer la subida para llegar a los restos del castillo. Además de sus vestigios medievales, vamos a poder observar una magnífica panorámica: el macizo de Plantaurel, los cultivos del valle del Aude, el macizo de San Bartomeu y el pequeño pueblo de Montségur. Unas vistas impresionantes que merecen el esfuerzo de la subida… Finalizado nuestro día, continuaremos nuestra ruta hasta llegar a Carcassonne, que será nuestra base para los próximos días. Preciosa y pequeña ciudad medieval de la que hablaremos largo y tendido mañana… ¡Os esperamos!