La Arquitectura Negra de Guadalajara
Muy puntuales, como suele ser habitual en nuestros viajes, salimos de Madrid a las nueve rumbo a Guadalajara. Comenzamos nuestra excursión de hoy parando a desayunar en la villa de Cogolludo. En su Plaza Mayor nos sorprende la bonita fachada del palacio renacentista de los Duques de Medinaceli. Esta localidad perteneció a la Orden de Calatrava después de la reconquista de la zona por parte del rey Alfonso VIII de Castilla, quien cedió los terrenos, para finalmente pasar a formar parte del Ducado de Medinaceli a partir del siglo XV.
Nuestra siguiente parada ya es en plena Sierra de Ayllón, en Valverde de los Arroyos, uno de los pueblos más representativos de la típica “arquitectura negra” de la zona. Antes de la llegada ya podemos contemplar la cumbre del pico Ocejón, con sus 2.049 metros de altitud destacando en el horizonte, que será nuestro telón de fondo en toda la jornada.
También de camino habremos pasado por Umbralejo, un antiguo pueblo abandonado que se incluyó a finales de los años ochenta en el Programa de Recuperación de Pueblos Abandonados, una colaboración entre varios ministerios que buscaba convertir estos lugares en una interesante experiencia educativa donde escolares de diferentes niveles pudieran realizar estancias, realizando actividades de educación ambiental y colaborando en la reconstrucción de los propios pueblos. Umbralejo, además de Búbal (Huesca) y Granadilla (Cáceres) fueron los pueblos elegidos para este programa que, por desgracia, actualmente no se pueden visitar debido a la pandemia.
En Valverde de los Arroyos hacemos un bonito recorrido para conocer las “Chorreras de Despeñalagua”, pudiendo disfrutar de bonitos paisajes antes de llegar a la cascada principal. En esta época del año el Arroyo de la Chorrera, afluente del río Sorbe, no suele llevar mucha agua, pero el lugar merece mucho la pena. El recorrido completo son unos cuatro kilómetros que se pueden realizar sin mucha dificultad, aunque es recomendable llevar un calzado deportivo para poder hacerlo con mayor seguridad. La ruta comienza en la parte alta del pueblo, atravesando una zona de huertas donde destacan algunas plantaciones de castaños. El otoño parece querer entrar en la montaña y los colores ocres de los helechos contrastan con la floración violácea de la brecina, además de los frutos rojos de los escaramujos y los serbales de cazadores, que conforman un bonito colorido durante buena parte del paseo. La lluvia amenaza, y por momentos las nubes nos ocultan la cumbre del Ocejón, pero finalmente podemos terminar el itinerario sin problemas en poco más de una hora y media.
Después del paseo a todos nos ha entrado hambre y, tras disfrutar unos minutos de los bonitos rincones del pueblo, comemos en el Mesón de Despeñalagua. Hoy en nuestro menú tenemos: puchero de Valverde, caldereta de cordero y flan casero.
Tras la comida volvemos a coger el autobús para acercarnos a la curiosa “Mini Ciudad Encantada de Tamajón”. De nuevo tenemos suerte con la lluvia y podemos disfrutar del paseo por este curioso enclave, donde además encontramos la Ermita de los Enebrales. Una leyenda popular habla que en este lugar un sacerdote de Tamajón marchaba de camino hacia Uceda para celebrar una misa y en el camino encontró una amenazadora gran serpiente, encomendándose a la Virgen María para su salvación y apareciéndose ésta en lo alto de un enebro para ahuyentar al animal con una intensa luz blanca. Esta escena aparece representada en una pintura del siglo XVIII dentro de la ermita que se erigió en el lugar, además de la imagen de la virgen que también se puede ver desde el exterior a través de una reja.
De nuevo el campo “nos habla” del cambio de estación, ya que encontramos multitud de flores en una pradera junto a la ermita; se trata del azafrán silvestre, popularmente conocido como “quitameriendas”, ya que anuncia cada temporada la llegada del frescor del otoño.
Tras ver la ermita y disfrutar de las curiosas formaciones geológicas del lugar, continuamos nuestra ruta de los pueblos negros hacia Campillo de Ranas y Majaelrayo.
Campillo de Ranas es el pueblo con más habitantes censados de la zona, unos 170, y de nuevo muestra todo el tipismo de estos pueblos de montaña, donde destacan las casas tradicionales con paredes de piedra y tejados de pizarra negra (de ahí el nombre de la ruta). Son pequeños pueblos sin apenas patrimonio monumental, pero con mucho encanto. El desarrollo del turismo rural en la zona salvó seguramente del despoblamiento a estos lugares, dándose en Campillo de Ranas una circunstancia especial y es que desde hace algunos años es un sitio muy popular para la celebración de bodas de la comunidad LGTBI, teniendo incluso por este motivo un incremento de habitantes censados y en la construcción de viviendas.
Finalmente llegamos a Majaelrayo, sin duda uno de los pueblos más bonitos dentro de la ruta, ya que todavía guarda un cierto encanto de vida rural y encierra rincones realmente encantadores. Aquí podemos disfrutar del pueblo y de un precioso atardecer, siendo el mejor colofón posible para nuestra bonita jornada.