“Viajando con Arawak desde el sofá”: Zamora- Primer día
Hoy nos vamos a la preciosa provincia de Zamora, donde se juntan historia, patrimonio y belleza natural, esperamos que lo disfrutéis.
Comenzamos nuestro viaje, como no, con Toro, en plena vega del Duero y el mayor municipio de la provincia. Ciudad histórica y monumental, reflejo de su importante papel histórico, especialmente entre los siglos XII y XVI, cuando fue sede de la realeza y lugar donde se celebraban las Cortes. Está situado en una atalaya natural a 739 metros sobre el nivel del mar y rodeado por el río Duero que en algunas zonas ha ejercido un drenaje espectacular del territorio superando en algunos puntos los 6 km de anchura, determinando su particular fisonomía de terrazas, laderas, abarrancamientos y fondos de valle.
Aparcamos justo enfrente del Alcázar de Toro, perfecto mirador sobre toda la zona, símbolo de la importancia militar de Toro en época medieval y, actualmente, Centro de Recepción de Visitantes. Nos adentramos en la villa y en sus calles descubriendo las distintas etapas de su desarrollo histórico todas las joyas monumentales que posee, destacando la Colegiata de Santa María la Mayor, que encontramos enseguida. Paramos antes de llegar a la Colegiata para realizar múltiples fotos, porque el edificio en sí ya es impresionante en su exterior… Comenzada su construcción en el siglo XII, es una mezcla entre el románico y el gótico, un robusto edificio de piedra caliza y arenisca. El cimborrio que remata la Colegiata forma parte del grupo de cimborrios leoneses formado por los de las catedrales de Zamora, Plasencia y Vieja de Salamanca. Es de planta de cruz latina, con grandes sillares, tres naves de tres tramos con bóvedas de horno en la cabecera, de cañón en el crucero y nervadas en el centro. La portada está formada por diferentes arquivoltas decoradas con ornamentación vegetal y religiosa, de entre las que destaca el Cristo como juez rodeado de 24 ancianos, una de las mejores muestras del románico de Zamora. Pero la puerta más espectacular es el Pórtico de la Majestad, que podemos ver desde el interior de la colegiata, muy llamativo por conservar la policromía original, y donde se cuenta la vida de la Virgen, de Cristo y el Juicio Final, además de mostrar una serie de músicos, precioso… Y en la sacristía nos encontramos un pequeño museo donde destaca especialmente la Virgen de la mosca, una tabla flamenca del siglo XVI (llamado así por la vívida imagen de una mosca en la rodilla de la Virgen que sostiene al niño sentada en un trono).
Salimos ya para recorrer su Conjunto histórico-artístico y así coger la calle mayor y dirigirnos hacia la Plaza Mayor, plaza típicamente castellana con soportales en un lateral y el ayuntamiento al lado contrario (ya del siglo XVIII y reconstruido por Ventura Rodriguez), y normalmente lleno de terrazas donde disfrutar al sol (más tarde, que hay que seguir cultivándose un poco). Aún se conservan, aunque restauradas, algunas casas con entramado de madera muy vistosas, y no nos podemos olvidar de la Iglesia del Santo Sepulcro, de estilo mudéjar. Y al fondo la Torre del Reloj, parte de las murallas que daban acceso a la ciudad.
Cogiendo una calle que sale a la derecha de la plaza llegamos a la Plaza de los Bollos de Hito y la Iglesia de San Lorenzo el Real, también románico-mudéjar construida en ladrillo y en cuyo interior se encuentra el sepulcro gótico-flamenco de los Castilla-Fonseca y el retablo de 24 tablas obra de Fernando Gallego, ambos del S. XV. Y un poco más adelante, en la Plaza San Francisco, podemos contemplar la plaza de toros, de 1828, una de las más antiguas y mejor conservadas de España, con madera y adobe en su construcción. Retrocediendo, vemos otra iglesia mozárabe, San Julián de los Caballeros, del siglo XVI, ya de estilo gótico-renacentista y, tras cruzar la plaza de nuevo, en el punto opuesto está San Salvador de los Caballeros, reedificada en el siglo XVI y actual museo de pintura gótico, con un impresionante conjunto de pinturas murales góticas pertenecientes al Real Monasterio de Santa Clara, del siglo XV. Y al lado, el Monasterio del Sancti Spiritu, hoy Museo de Arte Sacro de Toro, donde se encuentra una colección única de sargas policromadas siglo XVI y con el sarcófago mausoleo de Beatriz de Portugal.
Para terminar, realizamos una visita a una de las bodegas subterráneas de Toro, excavadas bajo las edificaciones de las que forman parte, no en vano Toro está rodeado por tierras principalmente cubiertas de viñedos, con las que se ha generado una cultura vitícola de alta calidad que se ha protegido con la Denominación de Origen Toro. Y habrá que probarlo, ¿no?, y por qué no, degustar otros productos locales, como un buen queso o embutido de la zona, o alguno de los dulces de las monjas como los “amarguillos”, especialidad de aquí.
Con el estómago calentito, salimos hacia Zamora, la capital, que se alza sobre una amplia meseta rocosa, al borde del río Duero. Las murallas del municipio albergan el mejor románico urbano de la península, con 23 templos del término municipal, las 14 iglesias del casco histórico y relucientes calles peatonales, por lo que se ha declarado Conjunto Histórico-Artístico. Estas calles se llenan en Semana Santa de impresionantes y solemnes procesiones acompañadas por el retumbar de tambores y saetas, fiesta declarada de Interés Turístico Internacional y Bien de Interés Cultural.
Comenzamos la visita en su Plaza Mayor, donde se encuentran varios monumentos: el Ayuntamiento Viejo, que data de tiempo de los Reyes Católicos, el Consistorio actual, en el que la construcción de la arquería comenzó en 1766 y la joya románica de la Iglesia de San Juan de Puerta Nueva, del siglo XII, dedicada a San Juan Bautista, que ha sufrido numerosas reparaciones, transformaciones y pérdidas a lo largo del tiempo. De estilo románico, en ella podemos observar diferentes marcas de cantero, y, en su fachada sur, un elegante rosetón. En la torre nos encontramos una veleta de hierro forjado, réplica de “El Peromato”, cuyo original se encuentra en el Museo Provincial y que representa a un guerrero con armadura medieval, muy popular en la ciudad. Y en la esquina contemplamos el “Merlú”, monumento que conmemora la Semana Santa zamorana, que representa a una pareja de congregantes de la Cofradía de Jesús Nazareno cuya labor consiste en reunir a los demás hermanos para comenzar el desfile procesional con un tambor y una corneta con sordina.
Seguimos por Corral Pintado para acceder hasta la Iglesia de Santa María la Nueva, inicialmente del siglo XII, pero nueva porque se reconstruyó tras un incendio, que es conocida por haber sido el escenario del “Motín de la Trucha”, un levantamiento del pueblo contra la aristocracia. En su interior destaca un Cristo Yacente, de Gregorio Fernández, del siglo XVII. Y bajando por la calle Barandales, nos encontramos el Museo Etnográfico de Castilla y León, llegando después a la Plaza de Viriato, donde se encuentra el Hospital de la Encarnación y la Diputación de Zamora, edificio renacentista del siglo XVII. Enfrente, uno de los símbolos de la ciudad, la estatua de Viriato, escultura en bronce del famoso pastor lusitano, y héroe zamorano por excelencia. También vemos el Palacio de los Condes de Alba de Aliste, del siglo XV, y actualmente convertido en parador de turismo. En una de las esquinas de la plaza, nos encontramos con la antigua Iglesia de la Concepción, del siglo XVII, y que actualmente alberga el Archivo Histórico Provincial, la casa de la cultura, y junto a esta, la Iglesia de San Cipriano, o San Cebrián, románica y parcialmente rehecha en el siglo XII, que posee los relieves más antiguos de la ciudad. Y ahí se encuentra uno de los miradores sobre la parte baja de la ciudad y el río, preciosas vistas…
Volvemos a la Calle Ramos Carrión, para llegar a la Iglesia de Santa María Magdalena, a la que muchos consideran la iglesia románica más bella de la ciudad. Su construcción comenzó en el siglo XII, aunque se terminaría en el XIII. Diversas investigaciones han atribuido este templo tanto a los Hospitalarios como a los Templarios. Destacan en ella el ábside con bóveda en horno, la portada sur, con una preciosa ornamentación con motivos vegetales y con una curiosa orla en la que aparecen 46 cabezas sonrientes representando al Paraíso y en su interior, un precioso sepulcro románico de una dama anónima.
Un poco más adelante tenemos el Mirador del Troncoso, también con impresionantes vistas sobre el río y, al lado, La Catedral de Zamora, la “perla del Duero”. Es el edificio más significativo de la ciudad, con planta de cruz latina, tres naves de cuatro tramos y tres ábsides que fueron sustituidos por una cabecera gótica en el siglo XVI. Su cúpula es el elemento más destacado del templo y un auténtico símbolo de la ciudad, de aires bizantinos y toda una belleza. La construcción original tenía tres puertas, de las que sólo se conserva una, la del “Obispo”. La torre del Salvador, de 45 metros de altura, se construyó a lo largo del siglo XIII, aunque el estilo es románico y hasta el terremoto de Lisboa de 1755 sirvió de cárcel. En el interior destacan la imagen de Nuestra Señora de la Majestad, del siglo XIII, la preciosa sillería del coro, con escenas basadas en fábulas, proverbios, refranes, mitología y también de la vida cotidiana; el Retablo del Altar Mayor en estilo neoclásico de Ventura Rodríguez; la imagen del Cristo de las Injurias, muy venerado en Zamora, el Claustro y la Capilla de San Ildefonso. Al lado de la Catedral se encuentra el Museo Catedralicio, con una bella colección de tapices flamencos, especialmente mencionables, la serie dedicada a la Guerra de Troya.
Y junto a la catedral nos encontramos la Casa del Cid en la que, según la tradición, vivió el Cid Campeador durante su estancia en Zamora acogido por el gobernador de la ciudad, Arias Gonzalo, uno de los pocos vestigios que quedan en España de las construcciones románicas. Y cerca, el Castillo de Zamora, que se cree fue mandado construir por Fernando I de León en el siglo XI. Actualmente se conserva solo el perímetro del castillo, rodeado de un foso que se halla casi íntegro, los muros de mayor importancia, el patio de armas y la torre del homenaje. Integrado en el recinto defensivo y, formando parte de su conjunto y de su estructura, se ha instalado el Museo Baltasar Lobo, dedicado a la obra del escultor zamorano.
Tras una reconfortante cena, ¿qué tal si salimos a tomar algo por la zona de la Calle Herreros o la zona de Los Lobos? Mañana más y más bonito, ¡Hasta mañana!